martes, 21 de abril de 2015

Punk para peluqueros



Punk para peluqueros
Daniel Cardona

Me dicen Leopardo, es una variación poco original de mi verdadero nombre, no tiene nada que ver con instintos felinos y tal vez por eso es que estoy parado frente a la colección de cassettes TDK que descansa sobre la repisa de repisa de mi cuarto.  Estos casetes son como mi corazón, están regrabados una y otra vez, y ya es difícil comprender eso que suena dentro de ellos.  Un amor de verano me tiene vuelto mierda, y aunque se supone que cuando tienes 21 años puedes destrozar cualquier cosa que se meta en tu camino usualmente sucede lo contrario, hasta el golpe más insignificante lo sientes como un batazo en la cabeza. Tomo uno de los cassettes que considero propicio para el momento, una lista de canciones de desengaño en la que se encuentran entre otras, Ingrata de Café Tacuba y la versión alternativa de I will survive de Cake.  La introduzco en mi walkman y me pongo mis audífonos.  Me detengo en el autorretrato estilo caricatura que dibujé hace unos meses. En el dibujo mis oídos están conectados un tubo fluorescente a través del cual la música pasa directamente desde los auriculares hasta mi alma vacía para llenarla con las canciones de mis grupos favoritos. Hoy pretendo hacer lo mismo, llenar ese vacío que me quema con música para planchar.

Afuera hace calor pero estoy helado. Me pongo una chaqueta de jeans cosida con logos de bandas inglesas cuyas letras pueden significar para mí mucho más que todas las obras de Baudelaire juntas. A ella le gustaba el poeta francés y por eso lo odio. Odio todo lo que ella amaba, con todo mi corazón, a veces de hecho a mí mismo. Paso frente a su casa y escribo sobre la fachada una frase insultante con un pedazo de carbón. Su hermano tiene brazos de toro y querrá matarme cuando la lea pero ahora incluso eso me gustaría.  No es masoquismo pero una paliza parece ser lo único que pueda sacarme de este estado. No firmo la frase aunque mi letra es inconfundible. Lanzo el pedazo de carbón hacia cualquier parte y tomo la Avenida San Juan en dirección al centro de la ciudad.  A medida que me acerco va desfilando todo un circo de adictos, putas y mendigos.  Un tipo sucio y con pocos dientes se torna cada vez más agresivo al escuchar repetidas veces que no tengo dinero. Se para frente a mí y me dice algo que no logro entender a causa del mareo que me provoca el olor de su boca.  Lo empujo con esa rabia que te implantan las decepciones amorosas y estrella su cabeza contra un poste de energía.  No se levanta y sigo mi camino.  Una puta me hace señas desde las escalas de la entrada de un motelucho.  Sus piernas peludas y el exceso de maquillaje me repugnan pero lo que en realidad me asquea es otra cosa.  La ignoro y me responde con un escupitajo que no alcanza a llegar al vestíbulo del antro en el que se gana la vida, si se le puede llamar vida a revolcarse día y noche con camioneros sudorosos. 
Dos motocicletas se atraviesan frente a un campero en un semáforo en rojo. El conductor les entrega las llaves pero eso no impide que le disparen en una pierna.  El hombre pide ayuda pero nadie llama a la policía. El espectáculo es triste, yo tampoco hago nada, mi pequeña tragedia es más importante que un tipo desangrándose ante los ojos de los habitantes de Ciudad Comedia.

Continuo con mi paseo inmoral, dejo atrás la inmundicia para sumergirme en una zona aún más podrida. Una rata sale de una alcantarilla y el vendedor de chuzos observa con atención como dos niños la persiguen con pesadas piedras en sus manos.  

domingo, 4 de enero de 2015

I Origins (La metáfora de los gusanos o el teléfono para hablar con Dios)

Cuando supe que I Origins era una película de Mike Cahill, el director de Another Earth (Otra Tierra), la busqué de inmediato, tenía el convencimiento de que me iba a dejar pensando varias horas (o días) después de verla. Eso fue lo que me sucedió con Another Earth.  Y la historia se repitió.  Es una película muy inteligente, una extraña mezcla de ciencia ficción y la eterna batalla entre la religión vs ciencia con una buena historia de amor en el fondo.  


Un joven científico de nombre Ian, religiosamente escéptico, experimenta con gusanos, animales que poseen unicamente dos sentidos (tacto y olor).  Su objetivo es hacer que los gusanos muten y desarrollen el sentido de la vista, es decir, que sean capaces de percibir la luz.
Hay un diálogo maravilloso, poderoso, entre el científico y su novia Sofi (una chica más de corte espiritual) en el laboratorio.  

Sofi: Cuantos sentidos tienen los gusanos?
Ian:   Tienen dos.  Tacto y Olor.  Por qué?
Sofi:  O sea ... ellos viven sin la capacidad de ver.  Ni siquiera saben que la luz existe, correcto?
La noción de luz para ellos es inimaginable.
Ian: Pues... sí
Sofi: Pero los humanos... nosotros sabemos que la luz existe.  Sabemos que la luz está alrededor de ellos... justo encima de ellos... y no la pueden sentir.  Pero con una pequeña mutación, lo conseguirían, es correcto?
Ian: Correcto.
Sofi: Entonces... Doctor Ojo ... tal vez algunos humanos, algunos humanos raros ... han mutado para tener otro sentido.  Un sentido espiritual.  Y pueden percibir un mundo que está justo encima de nosotros ... en todas partes, al igual que la luz sobre estos gusanos.

Tal vez esa fuerza divina que algunos llamamos Dios esté ahí justo al lado nuestro y lo que nos hace falta es inventar el instrumento para detectarlo (ó mas importante, comunicarnos con él).  Podría ser el teléfono que Andy Warhol le regaló a Jim Morrison en la película The Doors de Oliver Stone, un teléfono para hablar con Dios.  O la máquina que construyó Jodie Foster en Contact.
Tal vez esa herramienta ya fue inventada y cuando alguien la puso alguna vez en nuestras manos simplemente decidimos tirarla a la basura, tal como lo hizo Morrison con el teléfono mágico.

PS: La escena del ascensor es desgarradora.  Literalmente, ahora que lo pienso.

viernes, 2 de enero de 2015

La Gota (The Drop)

"No podría decir si ella estaba mintiendo.  Quién puede decir cuando alguien lo hace? En serio. Cada día, te encuentras con gente, y la mitad, si no más, podrían estar mintiéndote. Por qué?
Por qué no?
No podrías decir quien te dijo la verdad y quien no.  Si pudieras hacerlo, los detectores de mentiras nunca se hubieran inventado.
Alguien te miró a la cara y te dijo, Estoy diciéndote la verdad.
Te dijeron, Te lo prometo.
Te dijeron Te amo
Y que ibas a decirles? Pruébalo?"
Extracto del cuento Rescate Animal (Animal Rescue) de Dennis Lehane.

Rescate Animal (Animal Rescue) es un excelente cuento al que llegué después de haber visto la película La Gota (The Drop) protagonizada por Tom Hardy y en la que también actuan Noomi Rapace y Jame Galdolfini (creo que fue la última en la que actuó el famoso Soprano).
La película está basada en esta corta historia que lleva dándome vueltas en la cabeza desde que la leí por primera vez.  Por cierto, gracias a ella me han dado ganas de comprarme un perro. Diría que la película es tan buena como el cuento, ambos tienen un final diferente (el del cuento me dejó bastante aporreado, aún no me he recuperado).
Ahora los dejo, creo que voy a leerlo de nuevo.